jueves, 18 de enero de 2007

Finales

Ella empezó por rascarse el remolino que su pelo formaba a la altura de la nuca. Ese simiesco gesto no tenía, visto desde fuera, nada de intelectual, pese a ser fruto del estado reflexivo en el que andaba sumida.
La opción de cortarse las venas le parecía horrible y, ante todo, sucia como pocas. La idea de ser encontrada en el suelo, en mitad de un charco enorme de sangre -quizás aún caliente- enmarcando su lividez, chocaba con los principios fundamentales de cualquier buen esteta. Estaba, claro, el envenenamiento. Pero sabía que resultaría especialmente doloroso. Nadie se cree esa promesa de que todo ocurrirá sin que apenas te des cuenta: en realidad era probable que, poco antes de fallecer, sintiera como un fuego recorriendo sus venas, los ojos bullendo dentro de sus cuencas...nada agradable, ciertamente.
Descartadas las armas de fuego -pretendía un suicido irónicamente desprovisto de violencia- puede que no quedara más que la baza de arrojarse desde el acantilado en el que tantas veces se había planteado esta misma pregunta, la que ahora removía tantas indecisiones...

...En esto estaba ella cuando, sin haber tenido siquiera el tiempo suficiente para asimilar lo absurdo de aquel final extraño, vio aproximarse -nítido, inevitable, enorme- a través de las cristaleras de la planta ochentaydos, el morro de un avión de pasajeros...

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