martes, 29 de abril de 2008

Biyectividades

¿Conoces esa sensación? Sí, claro que la conoces. Te hablo, por ejemplo, de cómo te posicionas cuando observas a los indigentes que te piden limosna al pasar junto a ellos, siempre que sales a caminar sin rumbo por las calles del centro. Espera. Se me ocurre un ejemplo mejor: la perspectiva que adoptas cada vez que vas al cine, a ver una de esas películas que cuentan historias dramáticas. Sí. Justo eso. Te encantan esas pelis, ¿verdad? Creo que te hacen sentir mejor persona. Terminan y tú sales a la calle, con los ojos enrojecidos y el alma hecha un guiñapo, sintiendo que tu dosis de conmiseración está cubierta ya por unos días. Y la miseria artificial, narrada, te hace relativizar la tuya propia.

¿Qué ocurre? ¿No quieres responderme? Deja que explique bien de lo que hablamos. Necesito que entiendas el verdadero significado de todo esto. Hay un eje de traslación imaginario. Tú te ubicas en el lugar opuesto al sufrimiento. Y te dedicas a verlo desde fuera, a desplegar tu lástima sabiendo que ese dolor te exime a ti del tuyo, que le ha tocado a otro, una vez más. Como si, en mitad de un tiroteo, hay alguien a tu lado que se desploma, muerto. Tu compasión tiene mucho más de alivio, porque esa bala ya no podrá matarte.

Y no entiendes que hay balas para todos.

Todo esto me va acercando a lo que quiero expresar desde un principio. Te pido que te esfuerces un poco, que recuerdes. Una vez discutimos. Yo sostenía que aquello no era un poema de Brecht, sino de Niemöller. Tú defendías en voz alta lo contrario y, para tus adentros, también que nunca vendrían a buscarte. Esa desgracia que siempre es la de otros.

Hasta el día de hoy, amigo mío.

He tenido que ser yo mismo quien lo haga, aunque eso carece de importancia. Lo único que tiene algún sentido ahora es que debes aprender esto, de una vez por todas. Porque no es cierto eso de que, al correr los años, la vida pone a cada uno en su lugar.

La lección de esta noche es la siguiente: el dolor es una función biyectiva. Y no depende del tiempo.

Ni mucho menos.

No hay comentarios: